
Desde entonces la tía se hizo fanática del ex nadador italiano, y cada vez que entraba a su sala de costura estaba escuchando ese maldito coro de voces lalalalalala o el tema ese del buggy. Después se hizo fans de los Oliver Onions, y ya en la decadencia máxima de su fanatismo, la tía deliró horas enteras con Orzowei.
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