domingo, 17 de mayo de 2009

Chiste



Una mañana desperté con la sensación de que alguien me estaba mirando. Era la tía, fija frente a frente conmigo. Te voy a contar un chiste, me dice y se larga a decir que un hombre hace un hoyo, mete un pájaro y lo tapa con tierra hasta el cuello. El pájaro pía.
Después trae una regadera de plástico amarilla y le echa agua al ave.
El ave dichosa se deja regar y con el sol crece hasta que sus alas se abren como ramas y su vuelo se convierte en frutas porque está sembrado y no puede volar.

Yo me quedo esperando el remate
¿Qué película es? dice ella y yo que no sé.
Esplantapájaros.

"... y llegaron bailando cha cha chá"

Cuando me asomé por la ventana no pensé que descubriría que la tía Doris tenía razón. Hay un marciano allá abajo en el jardín, dijo ilusionada. Marcianos mis cojones pensé yo, buscando asomarme por la baranda y ver el patio del condominio, patio de céspedes semiverdes y arbustos ovalados, lamparitas como aro de perla y caminitos que no llevan a ninguna parte. Ahí, en medio de ese diseño estéril y repetido de los condominios hechos sin cariño, había efectivamente un ser de otro planeta.
Tiene un ramillete de flores en la mano y viene silvando de amor, dijo ella antes de irse a la cocina y poner la tetera al fuego.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Bud

Soñé con Bud Spencer, me dijo la tía mientras tomabamos té en su estrecha cocina. Yo no supe lo que esa afirmación significaba hasta que me pidió la porción de papas fritas del día. Tomá, y arrendame todas las peliculas que haya del regordete.
Desde entonces la tía se hizo fanática del ex nadador italiano, y cada vez que entraba a su sala de costura estaba escuchando ese maldito coro de voces lalalalalala o el tema ese del buggy. Después se hizo fans de los Oliver Onions, y ya en la decadencia máxima de su fanatismo, la tía deliró horas enteras con Orzowei.

martes, 17 de febrero de 2009

Moai


Que bueno que llegaste, me dijo la tía Doris esa tarde en la que me presenté en su puerta. Al parecer me estaba esperando. Yo quería contarle todo sobre mi travesía, pero ella me tomó por un brazo y me arrastró por los largos pasillos de su senil hogar, conduciéndome hasta lo que parecía una salita de costura. Entonces sacó un cuaderno con un moai y me lo acercó con emoción. ¿Te gusta? Me preguntó con los ojos llenos de ilusión. Era horrible. Es hermoso, mentí. Inmediatamente después me preguntó si podía ir a comprarle papas fritas a la pollería. Es la única forma que tengo para inspirarme, dijo antes de ponerse a dibujar como loca.