martes, 17 de febrero de 2009

Moai


Que bueno que llegaste, me dijo la tía Doris esa tarde en la que me presenté en su puerta. Al parecer me estaba esperando. Yo quería contarle todo sobre mi travesía, pero ella me tomó por un brazo y me arrastró por los largos pasillos de su senil hogar, conduciéndome hasta lo que parecía una salita de costura. Entonces sacó un cuaderno con un moai y me lo acercó con emoción. ¿Te gusta? Me preguntó con los ojos llenos de ilusión. Era horrible. Es hermoso, mentí. Inmediatamente después me preguntó si podía ir a comprarle papas fritas a la pollería. Es la única forma que tengo para inspirarme, dijo antes de ponerse a dibujar como loca.

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