martes, 19 de agosto de 2008

El Tio Juan




El tío Juan para mi siempre fue una persona enigmática. Era polaco, igual que mi abuelo, y aunque vivió en Chile más de cuarenta años, siempre habló con un acento extraño. Nunca supé en qué trabajaba exáctamente, sólo que tenía máquinas (como la de la foto) además de un par de panales de abeja. De hecho en su casa siempre había propóleo y miel.
Entre las cosas que le gustaban al tío Juan recuerdo tres y van en orden de preferencia. Fumar. Hacer fuegos para quemar hojas todos los sábados en la tarde. Una pasta que le hacia tia Doris que consistía en mucha cebolla picadita fina y frita con mucho tocino -a mi también me gustaba esa pasta.
Producto de su afición al cigarrillo, el tío Juan sufría de una tos horrible. Recuerdo que de pequeño pensaba que el tío se nos moría asfixiado cada vez que lo escuchaba toser. Iba a verlo y estaba rojo, con un pañuelo en la mano, y como abatido por algo.
El tío era bueno mestreando. Se la pasaba martillando por su casa. Tenía muchas herramientas y los dedos machucados. De hecho había dos que no podía mover en su mano derecha y cada vez que te saludaba los sentías ahi, empujándote la palma de la mano. Una vez le pregunté qué le había pasado y se sonrió. Me dijo que había sido un accidente con un martillo. No le creí.

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