Recientemente, un oportuno viaje a Buenos Aires a ver a mi hermana me abrió la posibilidad de visitar a la tía Doris en Montevideo. Me tomo un ferry y cruzo al otro lado del Rio de la Plata a verla, pensé mientras empacaba mis cosas en la vieja maleta, marca Cheney, que heredé de la tía.
Así emprendí mi travesía, por tierra hasta la capital argentina, sin saber lo que me depararía el destino.
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