
Despues de mi desayuno fui a buscarme un lugar en donde dormir y encontré un albergue para estudiantes a pocas cuadras de la avenida 18 de julio, en la esquina de Canelones y Paraguay. Allí compartí la pieza con un chileno que llevaba casi una semana en la ciudad. Me dijo que se la había pasado muy bien pero que ya no le quedaba mucha plata y tenía que irse de vuelta a Chile. Esta noche quiero gastarme lo último que me queda, me dijo y salimos a reventar la noche.
A la mañana siguiente desperté con un terrible de dolor de cabeza. El otro chileno ya se había ido. Me levanté con ganas de comprarme diez litros de jugo de naranja, pero mi billetera también se había ido. Incluso se llevó mis zapatillas.